sábado, 18 de julio de 2009

Jack Palance




Nació el 18 de febrero de 1919 en Hazle Township, Pensilvania en el seno de una familia de modestos inmigrantes ucranianos. Su nombre real era Vladymir Ivanovich Palahniuk.

Su cara de rasgos duros y su corpulencia lo convirtieron en el malvado ideal en la pantalla grande, con lo que pasó a interpretar casi exclusivamente asesinos y sicópatas en los más de 80 filmes en los que actuó.

De origen humilde, fue lustrabotas, salvavidas, boxeador, y soldado antes de ser actor.

Sin embargo, su físico poco común había sido su carta de la suerte cuando en 1947 debió reemplazar a Anthony Quinn y luego a Marlon Brando, con sendas convalecencias, en la producción en Broadway de "Un tranvía llamado deseo" de Elia Kazan, el mismo director que tres años después lo lanzaría a la gran pantalla con "Panic in the streets" (1950).

Hijo de un minero de extracción, a fines de la década de 1930 se lanza bajo el seudónimo de Jack Brazzo a una carrera en el boxeo profesional que le deparó varios éxitos: además de ganar sus primeras 15 peleas, 12 de ellas por nocáut, logra un palmarés de 18 triunfos en 20 combates. Los golpes en el boxeo desfiguraron su rostro.

Palance dejó el boxeo profesional para ingresar en las fuerzas armadas en los primeros años de la década de 1940. Participó en la Segunda Guerra Mundial donde su rostro fue dañado nuevamente al estallar en el aire el bombardero en que iba. Fue intervenido en una serie de cirugías reconstructivas. Tras ser dado de baja en 1944, entró en la Universidad de Stanford de California, donde se licenció como dramaturgo en 1949. Antes de encontrar sus grandes oportunidades como actor, Palance trabajó desde vendedor de helados, profesor de natación, guardaespaldas e incluso periodista. Hasta que sube a las tablas de Broadway y un día lo descubre el director Elia Kazan, quien quedó impresionado por "un rostro que solo una madre podría amar". El rostro angulado y la barbilla marcada le daban a Palance un aire misterioso con el cual era capaz de erizar la piel con su mirada fija.

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